Libro: Lazarillo de tormes
Cuenta Lázaro su vida y la vida de un ciego grandioso. Tambien nos
cuenta que le llaman Lázaro de Tormes, y
es hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Su nacimiento fue dentro
del río Tormes, por la cual causa tomé
el sobrenombre, y fue desta manera. Pues
siendo un niño de ocho años, achacaron a
su padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que
fue preso, y confesó y no negó y padeció
persecución de justicia. En este tiempo
se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales su padre, que a la sazón
estaba desterrado por el desastre ya
dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida.
La viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y
vínose a vivir a la ciudad, y alquiló
una casilla, y metióse a guisar de comer a
ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que
fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre moreno de aquellos que las
bestias curaban, vinieron en
conocimiento. Éste algunas veces se iba a su casa, y se iba a la mañana. Otras
veces de día llegaba a la puerta, en
achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Al principio de su entrada,
pensába con él y habíale miedo, viendo
el color y mal gesto que tenía; mas de que vio que con su venida mejoraba el comer, le fue queriendo
bien, porque siempre traía pan, pedazos
de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos. De manera que,
continuando con la posada y
conversación, su mama vino a darle un negrito muy bonito, el cual brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el negro de su padre trebejando con el mozuelo,
como el niño via a su madre y a sus blancos, y a el no, huía de él con miedo
para su madre, y señalando con el dedo
decía: "!Madre, coco!". El
triste de su padrastro de lazaro le azotaron y pringaron, y a su madre le
pusieron una pena por justicia, sobre el
acostumbrado centenario, que en casa del
sobredicho comendador ni entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese. Por no echar la soga tras el
caldero, la triste se esforzó y cumplió
la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al
presente vivían en el mesón de la Solana. Y allí, padeciendo mil importunidades,
se acabó de criar mi hermanico hasta que
supo andar, y a mí hasta ser buen
mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban. En ese mismo tiempo
vino a posar al mesón un ciego, el cual,
pareciéndole que sería para adestrarle, le pidió a su mama de lazaro, una
encomienda a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había
muerto en la de los Gelves, y que ella
confiaba en Dios no saldría peor y que le rogaba bien , pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría, y
que le recibía no por mozo sino por
hijo. Y así le comenzó a servir y adestrar a su nuevo y viejo amo. Pues,
tornando al bueno del ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa dijo el
ciego a lazaro, que desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto
ni sagaz. El ciego le contaba a lazaro como es que habia
quedado ciego y el explicandole a lazaro le decia que se habia producido por un
golpecillo, que se desatinó y sacó de sentido, debido a el jarrazo tan grande, que los pedazos de él se
metieron por la cara, rompiéndole por
muchas partes, y quebrandole los dientes. Ya que el ciego tenia medio bueno de negra
trepa y cardenales, considerando que a
pocos golpes, ahorraría de mí, quise yo
ahorrar de él dijo lazaro; mas no lo hice tan presto por hacerlo mas a mi salvo y provecho. Aunque yo quisiera
asentar mi corazón y perdonarle el jarrazo, no daba lugar al maltratamiento que
el mal ciego dende allí adelante me
hacía, que sin causa ni razón me hería,
dándome coscorrones y repelándome. Acaeció que, llegando a un lugar que llaman
Almoroz al tiempo que cogían las uvas,
un vendimiador le dio un racimo dellas en
limosna. Y como suelen ir los cestos maltratados, y también porque la uva en aquel tiempo está muy madura,
desgranábasele el racimo en la mano. Para echarlo en el fardel tornábase mosto,
y lo que a él se llegaba.Acordó de hacer
un banquete, así por no lo poder llevar
como por contentarme, que aquel día me habia dado muchos codillazos y golpes. ¡Oh, gran Dios, quién
estuviera aquella hora sepultado, que muerto
ya lo estaba! Fue tal el coraje del perverso ciego que, si al ruido no acudieran, pienso no me dejara con
la vida. Sacaronme de entre sus manos, dejándoselas llenas de aquellos pocos
cabellos que tenía, arañada la cara y
rasguñado el pescuezo y la garganta. Y esto bien lo merecía, pues por su maldad
me venían tantas persecuciones. Contaba
el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres, y dábales cuenta
una y otra vez, así de la del jarro como
de la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grande que toda la gente que por la
calle pasaba al ver el ciego todo triste, desepcionado de ser tal como es, nadie
lo queria, por lo que lazaro le dijo al ciego: tu ciego no te sientas
menospreciado por los demas, tu eres un ser poderoso que con tu bello ejemplo
de humano me sorprendes.
muy bueno el libro
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