sábado, 8 de junio de 2013


Libro: Lazarillo de tormes

 

Cuenta Lázaro su vida y la vida de un ciego grandioso. Tambien nos cuenta que le llaman Lázaro de Tormes,  y es hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares,  aldea de Salamanca. Su nacimiento fue dentro del río Tormes, por  la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera.  Pues siendo un niño de ocho años,  achacaron a su padre ciertas sangrías mal hechas en los costales  de los que allí a moler venían, por lo que fue preso, y confesó y  no negó y padeció persecución de justicia. En  este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales su padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya  dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con  su señor, como leal criado, feneció su vida. La viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó  arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la  ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a  ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos  del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las  caballerizas.  Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias  curaban, vinieron en conocimiento. Éste algunas veces se iba a su casa, y se iba a la mañana. Otras veces de día llegaba a  la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Al principio de su entrada, pensába con él y habíale miedo,  viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vio que con su  venida mejoraba el comer, le fue queriendo bien, porque siempre  traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos. De manera que, continuando con la posada y  conversación, su mama vino a darle un negrito muy bonito, el cual  brincaba y ayudaba a calentar.  Y acuérdome que, estando el  negro de su padre trebejando con el mozuelo, como el niño via a su madre y a sus blancos, y a el no, huía de él con miedo para su madre,  y señalando con el dedo decía: "!Madre, coco!". El  triste de su padrastro de lazaro le azotaron y pringaron, y a su madre le pusieron  una pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario, que en casa  del sobredicho comendador ni entrase, ni al lastimado Zaide en la  suya acogiese. Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y  cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas  lenguas, se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana. Y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de  criar mi hermanico hasta que supo andar, y a mí hasta ser buen  mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo  demás que me mandaban. En ese mismo tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual,  pareciéndole que sería para adestrarle, le pidió a su mama de lazaro, una encomienda a él, diciéndole como era hijo de un buen  hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los  Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor y que le rogaba bien , pues era  huérfano. Él le respondió que así lo haría, y que le recibía no  por mozo sino por hijo. Y así le comenzó a servir y adestrar a su nuevo y viejo amo. Pues, tornando al bueno del ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa dijo el ciego a lazaro, que desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto ni  sagaz.  El ciego le contaba a lazaro como es que habia quedado ciego y el explicandole a lazaro le decia que se habia producido por un golpecillo, que se desatinó y sacó de sentido, debido a el  jarrazo tan grande, que los pedazos de él se metieron por la  cara, rompiéndole por muchas partes, y quebrandole los dientes.  Ya que el ciego tenia medio bueno de negra trepa y cardenales,  considerando que a pocos golpes, ahorraría de  mí, quise yo ahorrar de él dijo lazaro; mas no lo hice tan presto por hacerlo  mas a mi salvo y provecho. Aunque yo quisiera asentar mi corazón y perdonarle el jarrazo, no daba lugar al maltratamiento que el  mal ciego dende allí adelante me hacía, que sin causa ni razón me  hería, dándome coscorrones y repelándome. Acaeció que, llegando a un lugar que llaman Almoroz al tiempo que  cogían las uvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en  limosna. Y como suelen ir los cestos maltratados, y también porque  la uva en aquel tiempo está muy madura, desgranábasele el racimo en la mano. Para echarlo en el fardel tornábase mosto, y lo que a  él se llegaba.Acordó de hacer un banquete, así por no lo poder  llevar como por contentarme, que aquel día me habia dado muchos  codillazos y golpes. ¡Oh, gran Dios, quién estuviera aquella hora sepultado, que muerto  ya lo estaba! Fue tal el coraje del perverso ciego que, si al  ruido no acudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacaronme de entre sus manos, dejándoselas llenas de aquellos pocos cabellos  que tenía, arañada la cara y rasguñado el pescuezo y la garganta. Y esto bien lo merecía, pues por su maldad me venían tantas  persecuciones. Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres, y dábales cuenta una y otra vez, así de la del jarro  como de la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa de  todos tan grande que toda la gente que por la calle pasaba al ver el ciego todo triste, desepcionado de ser tal como es, nadie lo queria, por lo que lazaro le dijo al ciego: tu ciego no te sientas menospreciado por los demas, tu eres un ser poderoso que con tu bello ejemplo de humano me sorprendes.

 

 

1 comentario: